
El registro o la permanencia de los hijos en una escuela particular que no está al alcance del bolsillo, desde el jardín de niños hasta la universidad, se está convirtiendo en un detonante de estrés familiar que puede provocar hasta separaciones y divorcios.
Muchas familias, sofocadas por la tensión de pagar las colegiaturas, sacrifican sus necesidades básicas, como la alimentación, salud y recreación, al grado de llenar su vida de cargas que generan ansiedad, agotamiento, frustración y aislamiento.
Éste no es un fenómeno insignificante ni aislado. De cada 10 familias que llegan a consulta privada, tres pueden estar inmersas en esta problemática.
‘Lo quiero ahí…’
Para muchas familias, el colegio representa la inversión de hasta el 50 por ciento del salario de casa, siendo éste uno de los rubros en el que más se gasta, señala la psicóloga Soraya Domínguez.
“He observado que si ambos padres trabajan, un sueldo entero se va en el colegio, y si uno solo trabaja, casi la mitad es para el colegio. Imagínate cómo viven.
“Los papás están tensos y esta tensión la perciben los niños. Toda la carga que tienen de insatisfacciones, frustraciones o pendientes de resolver con la pareja brotan en esta etapa de toma de decisiones con respecto al ciclo escolar”.
El INEGI registra que en México 4 de cada 10 jefes de familia realizan pagos de colegiaturas en algunos de los niveles de educación.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares del propio INEGI, y que se realiza cada dos años, en 1998 el gasto en colegiaturas representó el 3.8 por ciento del gasto total de las familias, pero para el 2002 ese rubro representó 6.1 por ciento.
Aunque este incremento quizá no se ve tan significativo en números absolutos, es muy variable por Entidad y por familia.
“Las familias con esta problemática son de clase media”, explica Domínguez, “que tienen su carro y lo están pagando, que tienen a sus hijos en el colegio, pero el área recreativa está reducida y lo más impactante es que en su presupuesto no hay un colchoncito para la salud, para el dentista”.
Diversos Factores
Hay factores que ocasionan esta situación, entre ellos está la poca calidad de las escuelas del sistema público que no satisface a los papás, señala Salvador Hernández, titular de la Asociación de Sociólogos de Nuevo León.
Sin embargo, y quizá lo más determinante en algunos casos, es aparentar un estatus social que no se tiene.
“Tiene que ver con el sistema de valores propio de la clase media, que vive mucho de la imagen”, dice. “Muchas de las familias que hoy están viviendo el estrés están ligadas a la competencia en relación con otros matrimonios del mismo estrato social y a la imagen que puedan transmitir”.
Mantener esta imagen está orillando al quiebre de muchas familias. Domínguez ha detectado que esta problemática dispara los conflictos de pareja, las enfermedades crónicas ya existentes, como la diabetes o la hipertensión, o agudiza la depresión o la ansiedad.
Y los hijos no están ajenos a esta situación, añade. Ellos se dan cuenta de las ausencias y los estados de ánimo de los papás, quienes se sacrifican al grado de ni siquiera comprarse ropa o salir a pasear por falta de dinero.
“Y ante cualquier falla, el papá le dice al hijo: ‘No te das cuenta de que todo el esfuerzo que estamos haciendo es por ti’, y la reiteración se verbaliza”.
Soportan aumentos desmedidos
En la experiencia de Domínguez, a ninguno de los papás atendidos les agrada, ni siquiera pensar, en un cambio de institución educativa para su hijo, sobre todo si representa “descender” del estatus.
Sin embargo, la falta de quejas de esta medida es sinónimo de que este aumento no ha golpeado a los papás de 70 instituciones educativas que representa la Unión Neolonesa de Padres de Familia, indica Eduardo Zambrano, su titular.
Y es que la percepción de cada familia hacia esta realidad es diferente, señala el economista Jorge Valero, pues cada uno tiene sus preferencias para gastar el dinero.
“Si uno no tiene dinero para comprar jamón, compras mortadela o no compras nada, pero en la escuela, ¿cómo sacas a tu hijo de la escuela, lo metes a una pública y si te va mejor, lo sacas para volverlo a una privada?”.
El economista dice que la decisión de optar por una u otra escuela se proyecta para estar ahí largos plazos, pero muchas veces, en esa elección, no se incluye el incremento de las cuotas, la posibilidad de una crisis o los altibajos de los salarios.
“Ves que las situaciones económicas de los papás está cambiando, o del País, o simplemente las inscripciones en colegios. Proyectas de acuerdo a tu pasado, y a lo mejor proyectas muy optimista tu futuro, que vas ascendiendo, pero de repente la economía mexicana se estanca”, dice Valero.
Domínguez aclara que esto no significa que los niños deben salir de sus colegios, sino que los padres analicen su realidad económica y elijan con miras a la salud emocional de su familia.